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Memorias Vivas: un proyecto para proteger el patrimonio natural y ancestral de Calderón, en Ecuador
Em 25, Sep 2024 | Em Noticias |
Entre los meses de junio y agosto de 2024, se llevó a cabo en Ecuador el proyecto «Memorias Vivas», creado con el propósito de proteger, preservar y cuidar la memoria patrimonial de la parroquia de Calderón, específicamente del cerro sagrado Jalunguilla, de la comuna La Capilla. La propuesta fue una de las seleccionadas en la Convocatoria IberCultura Viva de Apoyo a Redes y Proyectos de Trabajo Colaborativo 2024.
El cerro Jalunguilla ha sido históricamente un territorio de ritualidad, saberes, cultura y ancestralidad y se ha convertido en un bosque seco que se ha regenerado naturalmente con una diversa flora y fauna. «Memorias Vivas» buscó producir un documental sobre el cerro que recuperara su importancia como territorio ancestral, social y comunitario de la parroquia de Calderón, para revitalizar su identidad y apropiación territorial.
La propuesta fue presentada a la convocatoria por la Corporación Cultural Inti Pak Churi, nacida en el año 2008 en Calderón, al norte de Quito, con la finalidad de crear y danzar, reafirmando su herencia cultural, «para mantener y dar vida a la memoria de un pueblo lleno de contrastes y colores únicos».
Además de dar a conocer la flora y fauna de Jalunguilla, el proyecto destacó la importancia de poder resguardarlas y sobre todo de proteger las memorias, historias, ancestralidades, tradiciones, juegos y leyendas de la comuna, y de quienes son guardianes del bosque seco, cerro sagrado y hogar de animales y plantas que lo habitan.
En la recopilación de las memorias vivas de las abuelas y abuelos de la comuna, fueron entrevistadas antiguas habitantes como María Yajamin, Josefina Collaguazo y María Muzo, quienes recordaron sus tiempos de niñez, cuando bajaban y subían de Jalunguilla con sus abuelas, a traer agua y leña.
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Las ofrendas a la virgen
María Mercedes Yajamin, 78 años, integrante de la organización Papatíos y Mamatías de la comuna La Capilla, habló sobre las Fiestas de la Virgen Inmaculada. Su inicio en estas fiestas se dio cuando tenía 16 años, en 1962. “Fue cuando incrementó mi fe, ya que tuve un problema de salud que casi me cortaron la pierna, pero gracias a la bendición de la virgencita, logré conservar la pierna”, contó.
En la entrevista al proyecto, ella recordó los tiempos en que iba a la quebrada a traer agua y leña para las Fiestas de la Virgen Inmaculada, y después, a los 23 años, cuando se puso a bailar en estas fiestas, siempre hablando kichwa. “Yo he bailado yumbo, loas, y los capariches venían de Llano Grande a bailar”, afirmó María, que también preparaba siempre comida tradicional para estas celebraciones.
“Antes, todos nos reuníamos para hacer las ofrendas a la virgen y para el padrecito. El cura me escuchó hablando kichwa y desde ahí me dejaron como cabecilla de Mamatías y Papatíos, diciendo que enseñemos a los niños a hablar kichwa, pero muchos no quisieron. De ahí el padre nos llevó al Quinche para bailar al pie de la virgencita y ya son más de 30 años de todos estos recuerdos”, rememoró.
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Entre el trabajo y las travesuras
Para la agricultora María Muzo Andrango, de 83 años, los recuerdos son “de trabajo esforzado, de alegría, de convivencia, de experiencia y de vida, así como de enamoramientos o travesuras”. Ella contó que en Jalunguilla bajaban a llevar agua para lavar la ropa en la casa, los más pequeños con una malta chiquita, los más grandes con maltas más grandes. “Cuando no alcanzaba esa agua, teníamos que bajar con toda la ropa a lavar en la sequía. De ahí salíamos buscando leña para cocinar, ya no subíamos agua porque teníamos que subir leña, y también bajábamos a cavar el maní”, expresó.
“Cuando yo era chiquita subía cargando el maní, la leña y echando el ganado para que llegue hasta arriba. Mi papá era bien bravo, me sabía mandar a Jalunguilla para que no vaya a la escuela porque antes no nos dejaban estudiar, y peor si teníamos enamorado porque si no ese rato nos pegaba. También recuerdo que hacíamos cochas para lavar la ropa, y siempre yo era compañera de mi abuelita. Lo que más me gustaba era que en Jalunguilla había muchas guabas, estos recuerdos son memorias que jamás se borran de mi mente”.
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Una vida dura, pero feliz
Josefina Collaguazo, 79 años, contó que iban a Jalunguilla a traer agua en una malta pequeña de Humayaku, y que madrugaban, a las 5 de la mañana, porque más tarde de día ya estaba sucia. “Yo trabajaba en agricultura sembrando papas, choclos, sambos para poder sobrevivir, siempre traía la leña y el agua de Jalunguilla. Desde muy pequeña trabajé duro, sabía bajar a lavar la ropa en la sequía”, comentó.
“Fue dura mi vida, pero también fue feliz, ya que me gustaba mucho bajar a Jalunguilla a correr por los chaquiñanes, subirme en los árboles, comer guabas, pasar con las vacas, o los chivos y mirar los pajaritos. Me gustaba mucho pasar en Jalunguilla, para mí era lo mejor. Vi muchos cambios que se dieron, sobre todo en los jóvenes, que ya no les interesa la naturaleza y otros cambios que se dieron en la comuna. Espero que los jóvenes de ahora puedan interesarse en mantener nuestras memorias, nuestra historia y sobre todo nuestra identidad.”
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Fortaleciendo las memorias de los abuelos
Leslie Sanguña, 24 años, es una joven nativa de la comuna que se interesa en fortalecer y revitalizar las memorias de sus abuelos para poder transmitirlas a futuras generaciones. “Para mí es importante, sobre todo esas experiencias que mi abuelita vivió en su niñez. Es importante ver que antes bajaban a coger agua del pogyo, iban a lavar la ropa allá abajo… Mi abuelita siempre me decía que cuando bajaban a Jalunguilla se encontraban con los tíos o los primos, me emociono cuando me cuentan que se encontraban ahí con otras personas. Para mí ha sido bonito como ellos me han ido contando a mí, y en las caminatas que se han podido realizar en Jalunguilla ir recreando esas partes, como era antes, como ellos hacían.”
Para Leslie, hay partes bonitas en las historias contadas, como aquellas en las que se sentaban a comer, a compartir. “No es lo mismo, ahora uno se va al cine y comparte con otras personas, pero cuando bajaban a Jalunguilla estaban en un área natural y compartían con otras personas, compartían comidas tradicionales de aquí, por ejemplo el dulce de sambo, el zapallo, el tostado. Son muy pocas personas las que comen eso hoy en día, hay personas que vienen de fuera y valoran mucho más que las personas que estamos aquí en la comunidad”, resaltó.
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En equilibrio con la naturaleza
Gonzalo Guañuna Andrango, protector ambiental, 56 años, contó que desde que tenía 6 años le gustaba estar en equilibrio con la naturaleza y cuidarla. Nacido en esta comuna, ha vivido toda la vida en este lugar que él considera sagrado y por el cual ha luchado desde hace décadas.
“Cuando los españoles vinieron, ellos tumbaban nuestros templos, nuestras apachitas y encima ponían las iglesias. Por eso quedamos con el nombre de La Capilla. Deberíamos haber quedado con nombre kichwa, pero quedamos así por tener la primera iglesia dentro de la parroquia”, detalló.
“Por ser presidente de la comuna en los años 96, 97 y 98, he tratado de conservar la autenticidad de esta comunidad. Hemos luchado contra la invasión, contra el botadero de basura, y hoy en día estamos luchando para que se declare un área protegida de 186 hectáreas, llamada Jalunguilla, que en kichwa es ‘mitad de la luna’ (jalun=mitad y killa=luna). Este espacio es de bastante ancestralidad y queremos que se conserve en estado natural, como un bosque seco para toda la parroquia de Calderón.”
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Una evaluación del proyecto
Según las y los responsables de “Memorias Vivas” que hicieron la evaluación del proyecto (Gonzalo Guañuna, Carmen Simbaña y Wilson González), en su desarrollo hubo una buena conexión con otros actores de la ciudad y se pudo ampliar el trabajo con otros apoyos. En el documento que entregaron al programa tras su ejecución, destacaron que se cumplieron los objetivos y que se notó una dedicación y compromiso con lo que estaban haciendo: “El trabajo colectivo trae esperanza a la gestión que se realiza. El trabajo se forjó en colectivo, se trabajó como un proceso comunitario haciendo ‘minga’ (reunión de amigos y vecinos para hacer algún trabajo gratuito en común). Se agradece la forma de trabajar de cada uno porque se aprende todos los días de todos”.