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21

Sep
2015

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Cultura Viva y la construcción de un repertorio común para las políticas culturales en América Latina

Em 21, Sep 2015 | Em Noticias |

Por Alexandre Santini

 

Un fantasma vestido de payaso recorre América Latina: el fantasma de la Cultura Viva Comunitaria”

(Iván Nogales, teatrólogo boliviano)

Al sumerginos en el panorama de las políticas culturales en el continente latinoamericano, nos encontramos con la construcción histórica del concepto de América Latina como una unidad política, territorial y cultural. Pensar América Latina es una tarea compleja. El escritor argentino Jorge Luis Borges afirmó en una entrevista:

“Los únicos europeos somos nosotros, los latinoamericanos, que vemos a Europa como una totalidad de la cual nos sentimos herederos, mientras nadie en Europa se siente europeo, si no español, francés, sueco o alemán”.

Algo semejante ocurre cuando pensamos la cuestión latinoamericana. Más allá de una mirada idealizada e utópica del “Sueño de Bolívar”, de América Latina como una “patria grande”, política y culturalmente homogénea, la realidad nos presenta un continente heterogéneo, desigual en cuanto a sus niveles de desarrollo, con ámbitos y perspectivas nacionales distintas y en algunos casos dispares, y con agudas contradicciones internas entre nuestros países y nuestros pueblos.

Sin embargo, podemos indagar cuáles serían los elementos unificadores para una narrativa común de América Latina. Éstos ciertamente existen. Cuestiones históricas, políticas y culturales que nos unen, una unidad lingüística que abarca casi la totalidad de los países de la región, pero sobretodo problemáticas comunes en cuestiones políticas, sociales y culturales que incitan a la búsqueda de una visión de conjunto. La unidad latinoamericana es sobretodo un devenir, un proyecto político que da norte y da substancia a un discurso, a una construcción histórica en desarrollo.

En este contexto experiencias muy recientes de políticas culturales basadas en el concepto de “Cultura Viva Comunitaria” en diversos países y ciudades latinoamericanas, inspiradas por el Programa Cultura Viva y por los Puntos de Cultura de Brasil, nos permiten identificar la construcción de un repertorio común para pensar las políticas culturales en el contexto latinoamericano, en lo respecta a la relación de la cultura con temas como identidad, territorio y comunidad.

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(Foto: Janine Moraes)

Brasil en el contexto latinoamericano de las políticas culturales: el Programa Cultura Viva

Históricamente, Brasil estuvo al margen de importantes procesos políticos y culturales en América Latina. Sea por la barrera del idioma, por la herencia colonial distinta, o por las demás características que diferencian a Brasil de los demás países del continente, la imagen de un país construído “de espaldas” a la región fue creándose como metáfora geográfica de una posición geopolítica. Aunque nuestra historia reciente, en particular en lo que se refiere a la inestabilidad de las instituciones democráticas, la interferencia externa en la conducción de las políticas económicas, la dependencia comercial y cultural, tenga una relación directa con el proceso histórico de la región, en términos de políticas de gobierno y estrategias de desarrollo económico y social, nuestro país mantuvo una relación distante y ajena a las políticas desarrolladas en los países latinoamericanos. El panorama es el mismo en relación a las políticas públicas de cultura, que en Brasil, segundo Rubim (2011), son históricamente marcadas por la “ausencia, el autoritarismo e inestabilidad” (p.22). Para hacerse una idea, el Ministerio de Cultura, creado em 1985, tuvo 10 gestores diferentes en los primeros 10 años de existencia del órgano, llegando incluso a ser extinguido y transformado en secretaría durante el gobierno Collor (1990-1992).

Esta realidad comenzó a cambiar sensiblemente en los últimos 12 años. La gestión del Ministerio da Cultura de Gilberto Gil y Juca Ferreira durante el gobierno de Lula posibilitó el florecimiento de un amplio ecosistema de experiencias sociales y culturales que, a partir de la arquitectura de redes engendrada por el Programa Cultura Viva y los Puntos de Cultura, ganaron visibilidad, escala y articulación nacional, posibilitando el surgimiento de nuevos flujos culturales en el país. En su discurso de pose como ministro de Cultura, Gilberto Gil afirmó que su gestión al frente del MinC haría:

(…)uma espécie de «do-in» antropológico, massageando pontos vitais, mas momentaneamente desprezados ou adormecidos, do corpo cultural do país. Enfim, para avivar o velho e atiçar o novo. Porque a cultura brasileira não pode ser pensada fora desse jogo, dessa dialética permanente entre a tradição e a invenção, numa encruzilhada de matrizes milenares, informações e tecnologias de ponta”(2003).”

El Programa Cultura Viva fue creado en 2004, por la Portaría n. 156, del 6 de julio de 2004, bajo la coordinación de la actual Secretaría de Ciudadanía y Diversidad Cultural (SCDC), del Ministerio de Cultura (MinC), con la finalidad de fomentar y valorar circuitos culturales ya existentes por medio de acciones de articulación, y de transferencia de recursos para organizaciones de la sociedad civil con acciones culturales, denominadas por el programa como Puntos de Cultura. Expresiones de la metáfora tropicalista del “Do-in Antropológico”, los Puntos de Cultura irían a masajear puntos vitales del cuerpo cultural del país.

Cultura Viva tiene como uno de sus presupuestos adoptar una gestión compartida con el objetivo de establecer nuevos parámetros de gestión y democracia entre el Estado y la sociedad. Cabe destacar que esta iniciativa de involucrar nuevos y diversos actores en la discusión de las políticas culturales surgió del ejecutivo. Sin embargo, una de las características del programa es el promover la interacción entre esas diversas organizaciones con perfiles distintos por medio de redes, sean éstas presenciales o virtuales, encuentros, seminarios, foros regionales y nacionales, como los “encuentros de conocimientos libres” (2004 y 2005), las TEIAS [1] regionales y nacionales (2006, 2007, 2008, 2010, 2013), además de innúmeros otros foros, encuentros, seminarios y congresos y demás iniciativas públicas o autónomas que reúnen y articulan la red de Puntos de Cultura en Brasil.

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Uno de los principales méritos de la creación de estos ambientes de interacción política es que aluden – lo que implica decir que no lo realizan plenamente – a procesos de deliberación pública, espacios de acuerdo para la toma de decisiones involucrando al estado y a representantes organizados de la sociedad civil. Procesos como éste reconocen, según la investigadora colombiana Luisa Fernanda Cano (2010), “la importancia de la dimensión política de las políticas públicas, con la necesidad de reconocer en el diálogo y en los argumentos, el espacio por naturaleza para la construcción de lo público, para la deliberación frente las soluciones y las decisiones de política.

Podemos decir que este ejercicio estuvo presente en el proceso de implementación del Programa Cultura Viva, aunque la llamada “gestión compartida” sea aún una evocación, un camino a ser construído, en medio de las innúmeras dificuldades oriundas de un aparato de estado formalista y burocratizado, que no está preparado para experiencias de democratización, apertura y transparencia de la gestión pública.

Estas relaciones entre lo público y lo estatal, entre cultura y política, entre políticas públicas y espacios de organización autónoma de la sociedad civil, presentes en el Programa Cultura Viva, fueron fundamentales para aproximar la experiencia brasileña a la realidad de otras ciudades y países latinoamericanos. El primer contacto de agentes culturales latinoamericanos con esta política desarrollada en Brasil fue durante el Fórum Social Mundial realizado en Belém do Pará, en el año 2009. En la ocasión, el Ministerio de Cultura de Brasil organizó en colaboración con el Instituto Pólis (SP), una mesa de diálogo titulada: “Pontos de Cultura: Políticas Públicas e Cidadania Cultural”, que reunió a una centena de participantes, entre representantes de puntos de cultura de Brasil y de diversas organizaciones culturales comunitarias de América Latina.

El mismo año, en Brasilia, se crea la Articulación Latinoamericana Cultura y Política (ALACP), que entre otras iniciativas subscribió un proyecto de ley presentado al parlamento del Mercosur por la entonces senadora brasileña Marisa Serrano, recomendando a los países miembros del bloque la creación de un programa de puntos de cultura en escala regional. Diversas iniciativas de creación de legislaciones culturales y desarrollo de políticas públicas basadas en el concepto de Cultura Viva Comunitaria comienzan a ocurrir en ciudades como Buenos Aires (Argentina), Medellín (Colombia) y en países como Perú, Costa Rica y Guatemala.

En 2010, en la ciudad de Medellín un encuentro reunió a 100 organizaciones culturales comunitarias de América Latina que se articularon en una red continental denominada “Plataforma Puente Cultura Viva Comunitaria”. En mayo de 2013, esta red organizó el I Congreso Latinoamericano de Cultura Viva Comunitaria en la ciudad de La Paz, Bolivia, reuniendo cerca de 1200 participantes de 17 países del continente. En el año 2014, el Congreso Iberoamericano de Cultura, organizado por la Secretaría General Iberoamericana (Segib), que reúne a los gobiernos de los 21 países latinoamericanos, además de Portugal y España, tendrá lugar en Costa Rica teniendo como tema central la “Cultura Viva Comunitaria”.

Las organizaciones y colectivos culturales comunitarios son una realidad en todo el continente latinoamericano. Se estima que son más de 120 mil en todo el continente, sean radios, grupos de teatro, museos de los barrios, bibliotecas, fiestas populares, circo… No existe ningún lugar en el continente, sea una pequeña ciudad o una vila o comunidad, donde no existan estos grupos activos que, a través del juego, de la creación cultural, de la comunicación popular y de las celebraciones comunitarias, buscan sensibilizar el espacio público de sus territorios y convocar la participación colectiva. Más de 200 millones de latinoamericanos participan de estas actividades culturales comunitarias en repetidas ocasiones durante cada año.

Caravana CVC durante o I Congresso Nacional de Cultura Viva Comunitária. Foto: Oliver Kornblihtt

(Foto: Oliver Kornblihtt)

Definiendo Cultura Comunitaria

Las organizaciones culturales comunitarias son aquellas que se definen por una acción cultural, educativa y/o de comunicación popular vinculada a un determinado territorio, que desarrollan procesos culturales permanentemente y no están directamente vinculadas al ámbito estatal o al mercado de bienes, productos y servicios culturales. La autonomía en relación al Estado, a su vez, no prescinde de un proceso de organización política autónoma entre sí y junto a otros sectores de la sociedad, ni tampoco de una incidencia concreta junto a los estados nacionales en busca de políticas públicas para el sector. En las múltiples experiencias de Cultura Comunitaria en América Latina, cabe destacar la valoración que las organizaciones involucradas hacen del papel estratégico del Estado como agente implementador de políticas públicas.

En el documento de convocatoria del I Congreso de Cultura Viva Comunitaria, firmado por la red Plataforma Puente (2013), queda clara la importancia estratégica que el movimiento atribuye al estado, especialmente en lo que respecta a la financiación de la cultura y a la adopción de mecanismos legales que reconozcan y apoyen las organizaciones culturales comunitarias:

“En el continente, frente a la indiferencia de los sistemas instituídos de la Cultura, los procesos de articulación de estos colectivos fueron adquiriendo una mirada común; y en los últimos años, esa visión se tornó más nítida y provocadora. Y es que, sin importar el lenguaje que cada iniciativa utiliza, todas comparten su carácter de expresiones colectivas y culturales de una sociabilidad distinta. Estas organizaciones, comunes y diferentes entre sí, articuladas en red, dieron forma a la Plataforma Puente Cultura Viva Comunitaria, que concentró sus esfuerzos en dar cuerpo a una campaña continental que señale que estos grupos deben ser reconocidos por la esfera estatal y ser objetos del apoyo público y económico de sus gobiernos. Como dicen sus documentos, “no desarrollamos una actividad privada, y sí una vocación pública no estatal, que lucha por otra vivencia del espacio compartido”(…) Una mirada rápida sobre el trabajo de estos grupos justifica la demanda; mientras millares de jóvenes de todos los barrios y suburbios de América Latina encuentran en estas iniciativas (radios, bandas, escuelas populares de arte) un lugar de aprendizaje y expresión opuestos a las ofertas de violencia y narcotráfico, no existe ninguna Ley nacional en el continente que ampare y fortalezca las “organizaciones culturales comunitarias. Un despropósito que llama la atención”. (2013)

El desarrollo del concepto original del Programa Cultura Viva en Brasil para la idea de Cultura Viva Comunitaria en ciudades y países de América Latina fortalece y consolida la dimensión comunitaria y territorial de esta política cultural. El acuerdo municipal que establece las bases para una política de Cultura Viva Comunitaria en la ciudad de Medellín, Colombia, propone la siguiente definición para las organizaciones culturales comunitarias:

“aquellas expresiones artísticas y culturales que surgen de las comunidades, a partir de la cotidianidad y la vivencia de sus territorios. Las experiencias de formación humana, política, artística y cultural que reconoce y potencia las identidades de los grupos poblacionales, el diálogo, la cooperación, la coexistencia pacífica, y la construcción colectiva, hacia el respeto de los derechos de las personas y el mejoramiento de la democracia”. (2010)

Esta operación de adecuación y resignificación del concepto original del Programa Cultura Viva de Brasil para la realidad colombiana es aún más evidente en la reflexión del sociólogo colombiano Luis Alfredo Atehortúa Castro, miembro de la Platatorma Puente de Medellín / Valle de Aburrá:

Cultura Viva Comunitaria, es la adopción y adaptación de la idea original de puntos de cultura, a la realidad de Colombia, empezando por Medellín con la idea de Cultura Viva que es el programa que en Brasil sostiene Puntos de Cultura, pero que en Medellín y luego a nivel nacional se retoma como Cultura Viva Comunitaria por el papel preponderante de las comunidades, por el papel de las organizaciones culturales com sus vecinos, con los beneficiarios de las dinámicas de cultura para la vida, para la defensa de los territorios y el sentido de pertenencia”. (2013)

Lo que queda claro es que el programa Cultura Viva y los Puntos de Cultura de Brasil inspiraron y motivaron la construcción de este concepto de política cultural que hoy reverbera en diversas políticas públicas desarrolladas en ciudades y países latinoamericanos, siendo que en estos países, la asociación con los conceptos de territorio y comunidad queda marcadamente definida como el centro de la estrategia de acción de la política. Queda claro también que, mientras en Brasil este programa surgió como una iniciativa gubernamental, en diversos países latinoamericanos la Cultura Viva Comunitaria surge como una demanda de los movimientos culturales, habiendo sido construída a partir de la incidencia de estas organizaciones junto a gestores y a órganos gubernamentales. Tales iniciativas fortalecen acciones, redes, movimientos y circuitos culturales fuera de la industria cultural y de los aparatos de Estado, proporcionando el surgimiento de nuevas formas de relación entre el estado y la sociedad.

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Sin embargo, sea en la actual legislación cultural de los países de la región sea en documentos de organismos internacionales como la Unesco, los términos “Cultura Comunitaria” u “Organizaciones culturales comunitarias” no existen y no son mencionados. El concepto que comprende este universo es el de “diversidad cultural”, ampliamente utilizado en las legislaciones nacionales y reconocido internacionalmente através de la “Convención sobre la promoción y la protección de la diversidad de las expresiones culturales” de la Unesco (2005), texto ratificado por el gobierno brasileño por medio del decreto legislativo 485/2006. Aún así, el documento no hace mención a las organizaciones culturales comunitarias.

La inclusión de la diversidad cultural como marco estructurante de políticas culturales en el continente latinoamericano es una conquista reciente y de fundamental importancia. Sin embargo, es demasiado amplia para precisar la especificidad y la dimensión de la acción de las organizaciones culturales comunitarias. Son aún muy pocos e incipientes los estudios académicos sobre el tema, lo que confiere la necesidad de un esfuerzo de sistematizar estudios e investigaciones que vienen realizando tambiém investigadores, activistas y gestores culturales de Brasil y de diversos países de América Latina.

 

[1] Las Teias da Diversidade son los encuentros convocados por el Ministerio de Cultura para el encuentro de los Puntos de Cultura del país.

 

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