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Experiencias

Usinas Culturales: amplificando las músicas, las voces y la potencia creativa de los barrios

Por IberCultura

Em30, Nov 2016 | Em | PorIberCultura

Usinas Culturales: amplificando las músicas, las voces y la potencia creativa de los barrios

«Quiero aprovechar este momento para hablarle a la gente del barrio. Salgamos de la queja habitual para pensar sobre lo que estamos viviendo y buscar el camino de esperanza, que todos nos merecemos. De parte de su servidor, Don Cony.»

Don Cony, el rapero que deja este mensaje en la introducción del videoclip “Yo soy Marconi”, es Aníbal González, un joven como tantos otros que crecieron en comunidades pobres de Montevideo. Dejó de ir a la escuela al sexto año, tuvo que buscar trabajo para ayudar a su madre a criar los siete hijos, encontró muchas puertas cerradas. Sin embargo, eligió la música para seguir adelante. Y se dio a conocer con este tema que habla de prejuicios y esperanza, visto más de 173 mil veces en YouTube desde su publicación, el 29 de marzo de 2012. El video, rodado en las calles del barrio Marconi, es una realización de la Usina Cultural Casavalle, una de las 17 Usinas Culturales que existen en Uruguay.

 

Las Usinas Culturales son centros regionales equipados con salas de grabación musical y equipamiento para la producción audiovisual, con la intención de promover el potencial creativo de los ciudadanos a partir del uso de las nuevas tecnologías. Se trata de un programa de la Dirección Nacional de Cultura (DNC) del Ministerio de Educación y Cultura, que busca descentralizar el acceso a la producción cultural, instalando y desarrollando infraestructura en lugares que tengan un notorio déficit, y dirigiendo sus actividades especialmente a adolescentes y jóvenes en situación de pobreza. Para que jóvenes como Don Cony puedan grabar sus proyectos musicales o audiovisuales en estos centros, basta agendar las sesiones. El servicio es gratuito.

Antecedentes

Las Usinas Culturales son parte de un proyecto de ciudadanía cultural defendido en la última década por el Ministerio de Educación y Cultura, especialmente en la gestión de Hugo Achugar como director nacional de Cultura (2008-2014). Su antecesor, Luis Mardones (2005-2008), había logrado una serie de cambios en las políticas culturales del país, incluso el de empezar la transformación de la Dirección de Cultura en la Dirección Nacional de Cultura –pasando a tener más presupuesto y a poder ejecutarlo.

En 2009, ya con Achugar al frente de la DNC, se creó el Área de Ciudadanía Cultural (antes, “Cultura e Inclusión social”; actualmente, “Ciudadanía Cultural y Territorio”), con la cual se introdujo en las políticas públicas del Estado la noción de ciudadanía cultural y de derechos culturales, haciendo que una política pública en cultura no fuera sólo para artistas o para un sector específico, sino para todos. A partir de ahí se pasó a dar más atención a las poblaciones más vulnerables. Se crearon más talleres dirigidos a niños, niñas, adolescentes, adultos mayores, pacientes de hospitales psiquiátricos, reclusos, soldados.

En este contexto surgió el programa Usinas Culturales. La primera se instaló en Salto, en el litoral Norte de Uruguay, en marzo de 2009 –“muy tímidamente”, como observa Gabriel Grau, coordinador general del programa. Después vino una sucesión de usinas, 3 o 4 abiertas al año en el país. Actualmente existen 8 en el interior y 9 en Montevideo. O “8 ½”, ya que una de ellas, instalada en COMCAR (Complejo Carcelario Santiago Vázquez), hoy ya no es un estudio de grabación como al comienzo, sino un taller de video en la llamada “comunidad educativa” de la cárcel.

 

A pedido de la gente

De las 17 Usinas Culturales existentes en Uruguay, algunas están dotadas de estudios de grabación de música y de video, otras tienen solo la parte musical o solo la audiovisual. La mayoría surgió por medio de convenio con la Intendencia, la municipalidad, que otorga un espacio en comodato para que el MEC instale una usina. Lo interesante es que hoy no se trata solamente de un acuerdo político. “Hace dos o tres años que la sociedad civil nos demanda eso. A mí no me llama más el intendente o un funcionario de la Intendencia. Me llama la gente. Dicen: ‘¿cómo hago para tener una usina?’”, cuenta Gabriel.

usina-palermoGeneralmente se trata de un edificio municipal (en el que la Intendencia ya paga agua, teléfono, luz), pero hay dos casos de Usinas Culturales instaladas por convenio firmado con asociaciones civiles: las de Bella Italia y Palermo. “La gestión es de la sociedad civil, nos pidieron una usina y ahí están”, comenta el coordinador. En estos dos casos, el MEC colabora con algún dinero al año, algo mínimo para que se puedan sustentar, y se encarga de los sueldos de los técnicos que allí trabajan.

La gestión de la Usina Cultural Bella Italia, por ejemplo, está a cargo de una comisión de vecinos. El centro se inauguró el 31 de agosto del 2013 y funciona dentro de El Mercadito Bella Italia. A través de un proyecto que presentaron vecinos de la zona y votaron en 2011 al Presupuesto Participativo de la Intendencia de Montevideo, se pudieron realizar mejoras edilicias, la instalación de una sala de ensayo y grabación de sonido y la compra del equipamiento técnico y amplificación necesarios.

La Usina Cultural Palermo, a su vez, está situada dentro de la Casa de la Cultura Afrouruguaya. Una construcción que data de aproximadamente 1865, y que estaba en derrumbe hasta que se consiguió el apoyo financiero de la Cooperación Española para que abrigara este espacio de la colectividad afro de Uruguay. La casa, que está abierta desde diciembre de 2011, es una institución sin fines de lucro, con su propia comisión directiva (Edgardo Ortuño es su presidente), dedicada a promover el conocimiento, la valoración y difusión del aporte de los afrodescendientes y su acervo histórico, así como la creación y recreación de sus manifestaciones artísticas, culturales y sociales.

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La cultura afrouruguaya

Inaugurada el 2 de setiembre del 2014, la Usina Cultural Palermo cuenta solamente con un estudio de grabación de música. Trabajan allí dos técnicos sonidistas —Fernando Núñez y José Redondo— 30 horas por semana, grabando músicos de variados estilos y ritmos, especialmente el candombe (a los Barrios Sur y Palermo se los conoce como la cuna de la cultura afrouruguaya y del candombe).

Fernando Núñez tiene 35 años, es percusionista y luthier. Viene de una familia de músicos que hace algunas décadas fabrican instrumentos de percusión. Hijo de un músico y artesano constructor de tambores, es el primero de la familia que se dedica profesionalmente a eso. “Los otros hacían cuando se podía”, comenta el técnico, que también aprendió a hacer guitarras en la UTU (Universidad del Trabajo del Uruguay), la escuela nacional de artes y oficios, y está involucrado en una serie de proyectos musicales, la mayoría relacionados con el candombe.

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Gabriel Grau y Fernando Núñez

“El candombe antes era una cultura más de gueto, en estos barrios (del Sur y Palermo), y pasó a ser más popular, de carácter nacional”, compara Fernando. “En la dictadura quisieron sacar a la gente de estos barrios que estaban cerca de puerto, donde vivían los negros y muchos inmigrantes. Tiraron abajo los conventillos, las casas modestas donde se alquilaban cuartos. Entonces la cultura se repartió en principio por otros barrios y desde estos barrios un poco hacia al exterior. Eso de que el candombe esté en otros países nació con los uruguayos que se fueron con la dictadura. Ahora está en todos lados.”

A Fernando le gusta trabajar allí. “Además de ser una oportunidad, todos los días se aprende algo. Vienen músicos de todo tipo, de todo nivel. Siempre se está aprendiendo algo nuevo, formas diferentes de hacer las cosas. Está buenísimo”, afirma. “La idea principal es impulsar, dar una fuerza para el arranque, sobretodo a los proyectos. A muchos les sirve, son pocos los que pueden vivir de un solo proyecto en la música. Se tiene que tener varias cosas. Yo cuando arranqué con mi primera banda, hace 10 años, el primer demo que hicimos nos salió unos 700 dólares”.

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El lado B

Si no existieran las Usinas Culturales los jóvenes de la periferia uruguaya probablemente dejarían de grabar sus músicas. “Hay un sonidista que dice que estamos registrando desde hace años el lado B de la Cultura. El lado B es aquel que no puede pagar un estudio ”, resalta Gabriel Grau. “Y lo que se graba por día es tremendo. (…) En el lado Norte de Montevideo, por ejemplo, vienen muchos chicos de 12, 13, 14 años, que escriben letras y rapean. Esto es lo más básico, pero se graba todo tipo de música, candombe, jazz, grupos de percusión con instrumentos no convencionales.”

Fernando comenta que a él conoció a mucha gente, buenos músicos, de estilos que ni sabía que se hacían allá, y lo haciéndolo bien. “Vienen muchas bandas juveniles, y a mí me sorprendió el nivel que tienen algunos jóvenes. Hay de todo, pero en general hay un nivel bastante bueno, de medio para arriba”, afirma. “Yo conozco a unos tantos que arrancaron haciendo un demo en una Usina y ahora quieren hacer un disco por otro lado. Quizás si no hubieran hecho el demo no habían ganado la confianza o demoraría mucho más.”

Octubre, noviembre y diciembre son los más llenos en los estudios. Hay días, por ejemplo, que el estudio se llena de alumnos de una escuela de iniciación musical de primaria, una escuela pública uruguaya donde se aprende guitarra, trompeta, canto. Son muchos, que llegan en varios grupos y pueden grabar hasta 30 temas gratuitamente. Lo único que la gente tiene que hacer es agendar. “Se puede esperar un mes y medio, depende de la temporada. Hay momentos que las Usinas tienen más cantidad de gente, otros menos. Depende también del lugar donde están instaladas”, dice Gabriel.

A los vecinos

La Usina que hay dentro del Hospital Psiquiátrico Vilardebó, por ejemplo, se abrió pensando en los pacientes, pero la usa también la gente que vive a los alrededores. Así como la Usina Cultural Durazno, que está en una base aérea y no se encuentra solamente al servicio de los funcionarios de esa unidad militar, sino de los ciudadanos del departamento de Durazno.

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La Usina de Durazno está en una base aérea

La de Durazno es la décima Usina Cultural, inaugurada el 31 de enero del 2012, por medio de un convenio con el Ministerio de Defensa. “La idea de tener una Usina en una base aérea era que accediera a los soldados, los que ganan poco dinero. Hay muchos que de día tocan en las bandas militares y de noche en las bandas tropicales (música tropical es la que se baila)”, explica Gabriel.

Los grupos de soldados, sin embargo, fueron en menor cantidad de la que esperaban. La mayoría de los que graban en este estudio los fines de semana (de lunes a viernes no se puede grabar ahí porque al lado está la pista de aterrizaje de los aviones) es la gente de la localidad, el pueblo de Durazno.

La de Vilardebó, a su vez, es una de las más recientes, la 16ª, y está instalada dentro del Centro Diurno del Departamento de Rehabilitación del hospital. Surge del convenio firmado entre la Dirección de Salud Mental y Poblaciones Vulnerables de ASSE (Administración de Servicios de Salud del Estado) y la Dirección Nacional de Cultura con la siguiente consigna: “La cultura atraviesa rejas y derriba muros, poniéndole alas a la mente”.

(*Texto publicado el 30 de noviembre de 2016)

 

 

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Usinas Culturales 2: el audiovisual como herramienta de inclusión y participación social

Sepa más:

www.mec.gub.uy/usinasculturales