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Urbano: una experiencia de arte y cultura con personas en situación de calle

Por IberCultura

Em03, Feb 2017 | Em | PorIberCultura

Urbano: una experiencia de arte y cultura con personas en situación de calle

¿Qué pasaría si un centro cultural juntara vecinos y personas en situación de calle en talleres de cine, música, danza o teatro? En Urbano se trabaja así. No se hace distinción de los participantes de las actividades del programa sociocultural, duerman aquellos en sus casas, en refugios o en las calles de Montevideo. Los que van están interesados en crear arte y es eso lo que le importa al equipo: generar capacidades para el ejercicio pleno de los derechos culturales y la integración social.

Urbano es un programa gestionado por la Dirección Nacional de Cultura, del Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay. Está vinculado al área de Ciudadanía y Territorio, también responsable de los programas Usinas Culturales y Fábricas de Cultura. Si bien está dirigido a personas en situación de calle o refugios, sus actividades están abiertas a toda la comunidad. Y no son pocos los vecinos que se interesan por los talleres semanales y sus múltiples propuestas artísticas y culturales.

Walter, coordinador de Urbano

“Es una política de Estado que tiene como una de sus líneas de trabajo centrales el tema de la cultura comunitaria”, explica el coordinador de Urbano, Walter Ferreira. “Trabajamos con talleres, armamos redes en el territorio, interactuamos con los grupos de cultura comunitaria. Y aunque la mayoría de nuestros participantes está en situación de calle, el centro no se detiene en las problemáticas. Acá se trabaja con arte y cultura. La gente viene y crea arte. Nos interesa la dimensión de la comunidad porque tenemos la idea de que el arte y la cultura pueden servir para incluir, para integrar, para desmarginalizar.”

Las actividades

Cerca de 370 personas pasan al año por Urbano. El colectivo artístico que actúa en el espacio ofrece un total de 13 talleres gratuitos: 11 en la casa y dos en refugios. Cada taller cuenta con un promedio de 20 participantes – gente que va y viene a las clases semanales de teatro, cine, danza, música, plástica, títeres etc. Los hombres son mayoría y el promedio de edad está en los 40 años (hay más jóvenes que mayores). La predominancia masculina se explica al menos por dos razones: 1) la mayor parte de los refugios es de hombres; 2) muchas de las mujeres son madres y no tienen con quien dejar a sus hijos para ir al centro cultural.

Además de los talleres en la casa y en los refugios, se realizan actividades en diferentes puntos de Montevideo, en ciclos como “Urbano en los Barrios” (muestra e intercambio por barrios de la capital uruguaya), “Urbano en los Museos” (muestra de la producción artística de los talleres de Urbano en los museos de la ciudad) y “Libreexpresar” (cine foro, exposición fotográfica y tertulia literaria en espacios como el Centro Cultural de España).

La integración también se da en los cierres de las actividades, que suelen ser en la calle, frente al centro cultural, con muestras de teatro, danza y coro y talleres creativos para toda la comunidad (“Urbano en Fiesta”). Las intervenciones artísticas que promueve Urbano en los refugios tampoco se limitan al espacio interno. Lo ideal es que sean en la vereda, con artistas, músicos, vecinos y refugiados compartiendo arte. 

El trabajo colectivo

Entre las políticas socioculturales uruguayas, Urbano es probablemente la que más representa la intención del Estado de trabajar con lo comunitario – algo que, según el coordinador, se amplió con la actual administración, con Sergio Mautone como director nacional de Cultura. El proyecto, sin embargo, existe desde 2010. Comenzó gestionado por una organización de la sociedad civil que firmó convenio con la Dirección Nacional de Cultura para la creación de un centro cultural enfocado a personas en situación de calle.

Los primeros años el centro funcionaba en una casa en la calle Mercedes – la mudanza para el espacio de dos pisos en la calle Paraguay, donde está actualmente, se dio en 2012. Walter Ferreira integra Urbano desde su inicio y cuenta que al cabo de dos años el grupo fundador decidió no seguir adelante con la iniciativa porque las dificultades eran muchas, les faltaba dinero, la gestión era complicada. Al final, la Dirección Nacional de Cultura acabó asumiendo el centro, y llamando a Walter, que había renunciado, para presentar un proyecto de trabajo, armar un equipo y encargarse de la coordinación.

El equipo que trabaja en Urbano

“Somos un equipo de cinco personas que estamos todos los días acá”, cuenta Walter, destacando que el trabajo allí es pensado siempre de forma colectiva. Además de él, hay una persona encargada de la coordinación con los refugios (Camilo Silvera), un gestor cultural (Andrés Alba), una educadora (Claudia Ferreira), que trabaja más lo cotidiano, el espacio de convivencia y debate, y una orientadora (Fernanda Frugoni), que recibe a la gente y la distribuye en los talleres, conforme su vocación artística. “Hay gente que a veces viene porque no tiene nada que hacer, pero aquí no se permanece sin hacer nada. Ahí el rol de Fernanda es fundamental”, comenta el coordinador.

“Las personas que vienen acá las tomamos como artistas, no como una amenaza”, resalta. “El tema es que por más exitoso que sea este programa, por más que la gente venga, escriba, actúe, se sienta fuerte y salga a buscar trabajo, es necesario complementariedad con otras políticas públicas. Nosotros abrimos algo, generamos un proceso, que apunta a la integración de la persona, a la emancipación, y eso muchas veces se tranca ahí, la persona no consigue trabajo, no logra tener un espacio para librarse de la adicción, de la violencia doméstica, sigue estando en la calle. Entonces necesariamente tiene que haber complementariedad.”

La transversalidad

Trabajar una problemática específica, que a su vez transversaliza otras problemáticas, ha sido un ejercicio desafiante para el equipo de Urbano. “Situación de calle es la situación de la persona que sale de la cárcel y no tiene donde vivir, de violencia doméstica por parte de las mujeres, de adicciones, de sufrimiento psíquico, son varias problemáticas que se entrecruzan. Muchas terminan aquí o en refugios. Por eso la dimensión comunitaria es interesantísima. Hablamos de integración con ellos, pero dónde se van a integrar? Necesariamente tiene que ser en la comunidad, un lugar real”, afirma Walter.

La idea de trabajar en conjunto, generando espacios de capacitación pasa también por actividades realizadas en coordinación con el Ministerio de Desarrollo Social (MIDES) o la Intendencia de Montevideo. En el Municipio B, por ejemplo, Urbano participa de una red en el territorio (“BCultura”) con el Proyecto Esquinas (de la Intendencia) y varias organizaciones de cultura comunitaria. Con el MIDES son varias las acciones conjuntas, incluso instancias de intercambio con técnicos que trabajan en refugios.

Encuentro entre Urbano y equipos del Programa Calle del MIDES, en octubre de 2016

En las capacitaciones que el equipo de Urbano hace con el personal que actúa en los refugios — planteando las posibilidades de trabajar con arte y cultura y con la dimensión de comunidad — el aprendizaje es de ida y vuelta, ya que de ambos lados hay personas que trabajan con la gente en situación de calle y están pensando su práctica. La búsqueda de herramientas, de nuevos lenguajes para trabajar con esta población, es una tarea continua y enriquecedora.

“Estamos construyendo bastante. Y como la idea es producir conocimiento a partir de una experiencia concreta, escribimos mucho. En Urbano cada uno termina su taller y escribe sobre ello”, cuenta el coordinador. De esa sistematización saldrá un libro llamado “Urbano, memorias de una experiencia”.

Los prejuicios

Para Walter, está bueno tener un marco teórico, conceptual, para que otros también vayan aportando y dialogando con la experiencia de alguna manera. La producción de conocimiento, según él, es también una manera de ir contra los prejuicios.“Se aprende mucho acá. Cuando empecé en Urbano yo tenía muchos prejuicios. Poco a poco fui aprendiendo, incluso a ver el otro.”

Walter Ferreira siempre quiso trabajar con el arte. Empezó tomando unos talleres literarios, pero como vivía insatisfecho con ellos, él mismo decidió formarse para dar talleres, y acabó juntando la literatura con el trabajo corporal, la danza y el teatro. “No me había propuesto trabajar con poblaciones vulnerables, lo que más me interesaba era la herramienta, lo artístico, pero tuve la oportunidad de trabajar acá y me enamoré de este proyecto. Terminé trabajando en Urbano con la misma concepción del arte con la que doy talleres a personas que me pagan para eso. Es la misma lógica, no trabajamos distinto acá o con las personas que algunos llaman ‘integradas’ o ‘normales’.”

Cuando apareció la dimensión de comunidad en el trabajo con Urbano, se abrió otro territorio para él. “Soy un militante de la cultura comunitaria”, afirma el coordinador, que estuvo en varias organizaciones de la sociedad civil antes de sumarse al equipo de Urbano y fue uno de los representantes de los 12 colectivos uruguayos que participaron del primer Congreso Latinoamericano de Cultura Viva Comunitaria, realizado en 2013 en La Paz, Bolivia.

“En Uruguay hay muchos colectivos que trabajan en distintos barrios, y al mismo tiempo hay un Estado que está presente en muchas partes”, comenta. “Lo que se plantea ahora es salir de la lógica paternalista (que todavía existe en la relación del Estado sobre las organizaciones) y escuchar más la comunidad, dar más libertad para la comunidad. Uno de los espejos que tenemos son los Puntos de Cultura en Brasil.”

Así como la experiencia brasileña de Cultura Viva, que inspira políticas públicas en varios países de Iberoamérica, Urbano sigue con su propuesta de actuación en la comunidad, teniendo en vista el estímulo a la creatividad y a la participación social. Al centrar su trabajo en el arte y la cultura, sin desconocer las problemáticas de las personas que viven en situación de calle, el programa complementa las políticas de atención a esta población buscando asegurar los derechos culturales de la ciudadanía — y dejando claro que de hecho ciudadanos somos todos.

(* Texto publicado el 3 de febrero de 2017)

 

Fotos: @UrbanoEspacioCultural

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