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Alê, la «jongueira» que puso a la familia a volver a tocar el tambor

Por IberCultura

Em22, Sep 2015 | Em | PorIberCultura

Alê, la «jongueira» que puso a la familia a volver a tocar el tambor

Alessandra Ribeiro Martins es descendiente de una de las mayores familias negras de Campinas (São Paulo, Brasil). Una familia diferente de la mayoría de las familias negras, pues nunca tuvo un alto grado de vulnerabilidad. Aunque sus antepasados hayan vivido como esclavos en aquella región, siempre tuvo la educación y la cultura como elementos fundamentales en la organización familiar. Desde los tiempos de la tatarabuela. “Hoy hago doctorado y creo que no es más que mi obligación, porque tengo otras referencias de acceso al espacio académico, un tío médico, un tío abogado…”, afirma.

Los valores incorporados en este proceso de organización familiar, sin embargo, no fueron los valores habituales de las culturas de matriz africana. “Todo lo que tenía que ver con terreiro, con tambor, era guardado en el desván”, cuenta. “Desde temprano sabemos lo que es “tomar pase” (práctica común a algunas religiones, semejante a una bendición), desde temprano tenemos una relación con la espiritualidad, pero eso siempre estaba guardado. Fuera del desván, todos iban a la iglesia, todos eran católicos apostólicos romanos.”

Así era hasta que Alê se dio cuenta de que había nacido “un poco diferente”, con la misión de traer de vuelta a la familia la belleza de la cultura afrobrasileña, el compromiso de cuidar de una tradición que estaba adormecida. “El jongo llegó a mi vida con tanta afectividad que nos contaminó a todos”, recuerda. “Rápidamente, las personas ya estaban en los tambores de nuevo, aunque sin saber por qué tenían que tocarlos.”

En nombre del abuelo

El jongo entró en la historia de Alessandra por medio del abuelo Benedito Ribeiro, el “Dito”, que llegó a Campinas en la década de 1930, venido del interior del estado de Minas Gerais. Era el único de la familia que tenía interés en esa manifestación cultural con elementos de danza, canto y percusión. “Después de su muerte, nunca más nadie hizo nada”, afirma Alê.

En búsqueda de la historia del abuelo, Alessandra empezó a circular por la vida cultural de Campinas, atrás de aquellos que también tocaban el tambor, de aquellos que trabajaban con las culturas populares, con las culturas de matriz africana. Acabó formando un grupo en el patio de su casa, en 2002, con el cual hizo un homenaje al abuelo: Comunidad Jongo Dito Ribeiro.

“Instintivamente intenté fortalecerme, viendo cómo las personas de aquel universo trataban la cultura no como un elemento más de la vida, sino una parte efectiva de ella”, dice. “Hoy, lo que hago en el universo cultural de mi comunidad es lo que hago en mi vida. Y esa vida de cultura me va llevando a los espacios. Fui a la academia por causa del jongo.”

Foto: Oliver Kornblihtt

Foto: Oliver Kornblihtt

Cultura y política

Buscando entender por qué la familia había parado de tocar el tambor, Alê entró en la Facultad de Historia en 2005, a los 26 años. “Yo tenía una cierta rabia guardada. Pensaba: ‘mi familia abandonó la tradición, ¡qué horrible!’ En la facultad entendí que existen políticas, que existe un pensamiento más global que involucra a una población, que les impone valores y maneras de mirar las cosas…  Cuando me di cuenta de eso, y vi que eso pasa en la práctica, en el escribir, en el pensar sobre cultura, empecé a caminar en el lado más político de la cultura, a intentar hacer algo para tener representación.

En 2008, por una decisión política, la Comunidad Jongo Dito Ribeiro salió del patio de la casa de Alessandra y fue al espacio público de Fazenda Roseira, en la región noroeste de Campinas. “Ahí empecé a entender que más allá de participar de la política es importante intervenir en ella. Y que no es porque un día alguien escribió un papel que aquello no pueda estar equivocado. Somos humanos, cometemos errores. Más que acusar, que decir que aquello está errado, siempre me presenté como alguien que quiere contribuir.”

 

Protagonismo

Lideranza de la Comunidad Jongo Dito Ribeiro, gestora de la Casa de Cultura Fazenda Roseira, Alessandra es hoy doctoranda en urbanismo por la Pontificia Universidad Católica (PUC-Campinas). Con experiencia en investigación en cultura negra, territorio e identidad, es también representante del Grupo de Trabajo de Patrimonio Inmaterial en la Comisión Nacional de los Puntos de Cultura de Brasil.

“Todo lo que veo sobre territorio, sobre población, lo veo como alguien que creció sin la afirmación de que lo que tenía guardado dentro de sí era importante. Y que pasa a entender la importancia de un movimiento político, cultural, de empoderamiento, de encuentro con otras personas”, comenta.

El programa Cultura Viva, según Alê, tuvo un papel fundamental en el cambio de mirada. “Posibilitó que centenas de miles de personas en Brasil entendiesen que aquello que hacían era importante”, afirma. “Además de posibilitar un diálogo con otros que hacían lo mismo, mostrando que juntos ganamos fuerza, el programa Cultura Viva nos trajo autoestima. Decir que somos protagonistas, que tenemos autonomía, que aquello que estamos haciendo en nuestro patio es importante para el país porque es importante para el colectivo… eso fue fantástico, un cambio de paradigma.”

(*Texto publicado el 22 de septiembre de 2015)

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