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Un quipu de mil nudos – Cultura Viva en Costa Rica
Em 28, Ene 2016 | Em Noticias |
Por Fresia Camacho*
Mujer de palabra
Escribo en este momento desde el rol que asumí como Directora de Cultura del Ministerio de Cultura y Juventud, desde mayo 2014. Un tiempo antes fungí como asesora del ministro Manuel Obregón sobre culturas comunitarias. Dos años y nueve meses intensos. La principal razón que me sostiene en las estructuras gubernamentales, siendo una persona que siempre he trabajado desde la sociedad civil, ha sido el compromiso adquirido con el movimiento de culturas vivas comunitarias. El movimiento ha sido mi sostén emocional y su agenda, la guía de acción.
En septiembre de 2015 hicimos la selección de la Primera Convocatoria de Puntos de Cultura en Costa Rica. Puntos de Cultura nació en Brasil y es hoy un programa emblemático porque reconoce el papel fundamental de las organizaciones socioculturales en la activación de las comunidades como espacios de crecimiento, convivencia, creatividad, participación y buen vivir.
Por la complejidad de los procesos institucionales, nuestra Primera Convocatoria de Puntos de Cultura tuvo un plazo de un mes y tuvimos que restringir la participación a organizaciones con personería, sin fines de lucro y con al menos tres años de experiencia. 125 organizaciones concursaron en nuestro pequeño país de cuatro y medio millones de habitantes. ¿Qué hubiera pasado si damos la posibilidad de participación a colectivos sin personería o a pequeños emprendimientos con otro tipo de personerías? La cantidad de solicitantes se habría triplicado, posiblemente. La gran participación en la Convocatoria habla del bullir que existe en cada rincón de Costa Rica en el campo de la cultura.
Es una actividad efervescente, muy diversa y organizada, para hacer valer los derechos culturales: un ejército cultural que desde muy diversos campos se manifiesta, se pronuncia, defiende, propone, crea y es consciente de que la cultura está en el centro de la vida cotidiana y que debe estar en el centro de cualquier modelo de país que queramos construir y en el centro de cualquier política pública. Y así en el continente.
Un quipu de mil nudos
Hasta hace unos cinco años no tenía la menor idea de que iba a llegar a trabajar desde el Estado, ni mucho menos que me correspondería una responsabilidad tan grande como la que me compete en estos días. Antes de esta historia trabajé con las comunidades, las organizaciones, las radios, las mujeres y la gente joven, siempre intentando conectar la emoción con la razón y con el cuerpo en los procesos de construcción de expresión, sentido e identidad. El Estado y las políticas públicas estaban ajenas a mi campo de interés.
Pero la historia tiene más de cinco años, posiblemente el doble o el triple. Yo solo puedo relatar lo que ha pasado por mi piel. Es una historia que me cambió irremediablemente.
Del norte hacia el sur hubo un viaje apoyado por la Fundación Avina que nos permitió conectar iniciativas de todo el continente, en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. En ese espacio se encontraron las organizaciones pertenecientes a la Red de Arte y Transformación Social de América Latina (Perú, Argentina, Brasil, Chile y Bolivia), con las organizaciones socioculturales de Centroamérica. Entre la música, el ritual, el diálogo y el juego ratificamos la importancia de los encuentros presenciales como hitos en la construcción de un movimiento cultural, que todavía no tenía nombre. Si la historia de este movimiento fuera contada con técnicas ancestrales, tendría que ser un quipu, y cada encuentro, un nudo. Y así ha sido: cada encuentro un nudo para apretar las energías, conocerse y reconocerse como pares, definir la ruta de viaje y la siguiente parada.
Después de Santa Cruz de la Sierra se abrieron los canales entre Centroamérica y Sudamérica, la comunicación fluyó, los compañeros y compañeras empezaron a viajar de manera más asidua, no sólo para hacer teatro o música juntos, sino para debatir, sensibilizar, compartir conocimientos e ideas.
Mi memoria, que es selectiva, recuerda al argentino Eduardo Balán sentado en la sodita del Teatro Giratablas, planteando con vehemencia la necesidad de trabajar el vínculo entre Sociedad y Política. Que no podíamos, quienes laborábamos en el campo de la cultura, seguir de espaldas al ámbito de las políticas estatales, donde se define el uso de los recursos. Y que nosotros también hacíamos política pública desde las organizaciones.
A fines de 2010 nos reunimos en Medellín personas de 100 organizaciones culturales y de redes de cultura de Latinoamérica, convocados por los dos programas emblemáticos del aporte de la cultura a la transformación social: el Programa Puntos de Cultura de Brasil y la Secretaría de Cultura Ciudadana de Medellín. Allí fundamos la Plataforma Puente para el Impulso de las Políticas Culturales en el Continente y nos propusimos como agenda principal lograr el 1% de los presupuestos nacionales para Cultura (que es mandato de la Unesco) y el 0,1% para Cultura Viva Comunitaria. De este primer encuentro, además de la profusión de ideas, fue la pasión y el entusiasmo lo que llevó los vínculos y las dinámicas a otro nivel.
Cultura Viva Comunitaria emerge como plataforma y logra convocar a organizaciones culturales ya consolidadas, a referentes del Estado de algunos países, pero pronto se convierte en un movimiento que suma cientos de colectivos pequeños y medianos de toda Latinoamérica. Foros de Cultura Viva, seminarios, talleres, encuentros… Una dinámica potente que refleja el poder de la interconexión y, en especial, refleja que las condiciones estaban dadas para un movimiento por los derechos culturales. Las y los líderes van y vienen, diseminando las ideas.
En 2013 hicimos en Bolivia el Primer Congreso Latinoamericano de Cultura Viva Comunitaria, que movilizó a más de 1.500 personas de 300 organizaciones culturales de todo el continente, y con ellos, legisladores, secretarios de cultura, académicos, gestores culturales de municipios e instituciones públicas en búsqueda de nuevas maneras de entender la gestión cultural. El movimiento se tomó La Paz con su alegría y levantó agendas y abrió espacios de reflexión y debate.
El siguiente nudo del quipu: En abril de 2014 en San José de Costa Rica fuimos sede del VI Congreso Iberoamericano de Cultura que organiza la Segib, Secretaría General Iberoamericana (Cumbre de Presidentes), y se marcó un hito político para Plataforma Puente pues logramos que el congreso se centrara exclusivamente en Culturas Vivas Comunitarias.
Agendas compartidas
La construcción de una agenda compartida, que se recrea y se reinventa en su abordaje en cada país o región, pero tiene elementos comunes, se convierte en un potente elemento de incidencia.
Reconocimiento, formación, recursos, diálogos intersectoriales y construcción conjunta, alimentar el tejido del trabajo en red, son algunos de los fundamentos clave de esta agenda que va cobrando vida en los diversos rincones del continente.
Se desarrollan programas oficiales de Puntos de Cultura en Brasil, Colombia, Perú, Costa Rica, Argentina, Chile. Se realizan diversos programas intersectoriales. Surge IberCultura Viva, como fondo de estímulo entre ministerios de cultura de Iberoamérica para el intercambio de experiencias y la producción conjunta.
Se amplía la reflexión acerca del carácter del quehacer cultural y se comprende que las organizaciones civiles también generan políticas públicas, muchas veces de manera más efectiva que los Estados.
Moverse, dialogar e incidir
Y se hacen caravanas para sensibilizar, poner el tema, tocar corazones. La música, la poesía, los pasacalles se toman los espacios públicos con una sola consigna: mostrar la potencia de las dinámicas culturales comunitarias, unir las fuerzas, levantar las agendas, descolonizar los espacios. Llegan los colectivos de las semillas, de la siembra, de las mujeres, de las comunidades indígenas. Llegan más colectivos de medios comunitarios. El movimiento se enriquece. Cada vez somos más. Ahora ya no logramos reconocernos todos por los nombres, hay rostros nuevos y desconocidos que pronto se vuelven cómplices. Se mueve al ritmo de los tambores y cada vez más gente se siente convocada por las consignas de Cultura Viva Comunitaria. Una agenda poderosa se levanta de manera creativa, innovadora, apasionada. Las redes y los medios sostienen y proyectan.
Poner sobre la mesa el tema de las políticas públicas de cultura, sus alcances, sus limitaciones. Levantar la voz para que se escuche y se tome en consideración. Estudiar, proponer, tener una postura como movimiento, en municipios, en regiones, en países. Convertirse en referente.
Entre el 2010 y el 2014, en Costa Rica se construyó la política de los Derechos Culturales y el movimiento participó de manera consistente, influyendo en muchos de sus contenidos principales. En el 2013, en el marco de la campaña electoral tica, el movimiento de Cultura Viva Comunitaria, con el apoyo del Ministerio de Cultura, organizó un foro con candidatos políticos, quienes firmaron la carta del Movimiento de Cultura Viva Comunitaria y se comprometieron en ese acto a apoyar la agenda de trabajo. En mayo de 2014, el Ministerio de Cultura y Juventud designó como asesor a Diego Zúñiga (uno de los líderes locales de este movimiento) y quien escribe estas notas, Fresia Camacho, fuí nombrada como Directora Nacional de Cultura de Costa Rica. Un año después, Sylvie Durán, otra compañera del movimiento, fue nombrada Ministra de Cultura de Costa Rica.
La toma de los espacios políticos
El desafío fue, para algunos de nosotros, la toma de los espacios políticos: ya sea un trabajo mucho más articulado con instancias del Estado para el desarrollo de programas conjuntos; ya sea el diálogo y la construcción conjunta con instancias de cooperación (como la Organización de Estados Iberoamericanos, OEI), ya sea el asumir responsabilidades públicas, todo esto fue nuevo para muchas de las personas que estábamos levantando estas agendas. Se trataba de trascender el momento de los discursos y de la incidencia para asumir la responsabilidad en el ámbito público. Acompañados de la mano de excelentes gestores públicos, como Jorge Melguizo (Colombia) y Célio Turino (Brasil), tuvimos que “echarnos al agua” y reconocer las instancias del Estado como un espacio que es necesario intervenir, desde el cual se pueden generar transformaciones. Tuvimos que cambiar la perspectiva de mirar estos espacios como ajenos y entendimos que si no asumimos como propias estas responsabilidades, con toda la complejidad que implican, no podemos desde la acera de enfrente estar levantando agendas y señalando las cosas que hay que cambiar.
Estamos aprendiendo a lidiar con la maraña de leyes, reglamentos y dinámicas organizativas de las instituciones públicas, que muchas veces son contrarias a las necesidades y posibilidades de las comunidades y de las organizaciones. Hemos aprendido a dialogar con los funcionarios públicos, quienes muchas veces se sienten amenazados por otras miradas acerca de lo comunitario. Seguimos aprendiendo a lidiar con los tiempos del Estado, que son mucho más lentos que los tiempos del movimiento y de la sociedad civil. Comprendimos que para transformar el Estado se requieren otras armas diferentes y que hay que apoyarse en saberes especializados; que la consolidación de programas o proyectos requiere la instalación de mecanismos legales y de tejidos institucionales diferentes.
Aprendemos día a día a elegir las luchas a dar, a enfocar las energías, a desarrollar la paciencia, a escuchar y aprender de quienes tienen más experiencia, a tener humildad (la presencia en un puesto político es algo temporal y en cualquier momento se puede acabar). A tomarnoslo con calma pero con prisa; en serio, pero con risa. De manera tesonera.
Muchas preguntas, algunas sin respuestas. Una pregunta es cómo mantener el vínculo y el trabajo conjunto entre el movimiento y la institucionalidad pero a la vez cuidar la autonomía del proceso social, el liderazgo propio: cómo evitar la cooptación. Otra pregunta es cómo evitar el clientelismo para no repetir la política que beneficia a los propios y abandona o debilita a los ajenos. El Estado está al servicio de todas las personas, y en este caso al servicio de todos los grupos y organizaciones, se reconozcan como parte del movimiento de Cultura Viva Comunitaria o no.
Desde la Dirección de Cultura Nacional de Costa Rica estamos trabajando en una agenda con tres puntos básicos: la instalación de fondos de estímulo que permitan canalizar recursos a las organizaciones socioculturales, mediante el programa Puntos de Cultura en Costa Rica y el IberCultura Viva; el impulso de programas de formación en gestión cultural; y el fortalecimiento de espacios de participación efectiva en la construcción de planes y políticas en los territorios, en la búsqueda de modelos de participación viables y que se sostengan en el tiempo. Se trata de establecer políticas públicas con mecanismos transparentes, participativos, equitativos y abiertos.
Desde el Despacho de la Ministra de Cultura y Juventud, Diego Zuñiga continúa de la mano con el movimiento, apoyando las caravanas para incidir en las políticas municipales, los encuentros, los festivales, el fortalecimiento de su autonomía y accionar.
Tiempo de autonomía, conectar y crecer
Y el movimiento empieza a cultivar su autonomía. De abajo hacia arriba, desde sus propias lógicas. En Costa Rica, a finales del 2014 el encuentro anual planteó como tarea la desconcentración: de la mano de Carolina Picado y Oriana Sujey Vindas, se inició un nuevo tiempo en el movimiento de Cultura Viva Comunitaria de Costa Rica. Se identificaron los problemas claves: la participación de la gente de las regiones y la desconcentración; la autonomía política del movimiento; la representatividad; la permanencia. En cada región del país se convocan los “círculos de resonancia”, responsables de elegir referentes para el espacio de coordinación y para el espacio de comunicación. De abajo hacia arriba. Se construye un plan y propuestas basadas en esas dinámicas. Se abren espacios de diálogo en las regiones, con referentes políticos o institucionales. El movimiento se enriquece, crece, no tiene dueños.
Así como abajo, es arriba
Con el crecimiento vienen nuevos desafíos: la discusión siempre presente del poder: quiénes toman las decisiones, quiénes representan, cómo se garantiza la socialización de información y conocimientos. Discusiones que retratan que el movimiento está en una nueva dinámica, que ya no son aquellos veinte locos iniciales, sino cuarenta, ochenta, cien… las locas y locos visionarios que quieren transformar el mundo desde el arte y que encuentran en este espacio, el lugar para hacerse las preguntas y buscar las respuestas.
Tiempo de construir una ética compartida, de convocar, de ampliarse, de dejar de sentir que este movimiento es una organización con unos cuantos dueños. Tiempo de ampliar los círculos hasta el infinito e integrar a todos quienes se sientan parte y compartan la agenda y las perspectivas, que abonen a este nuevo modelo de vida, donde la cultura está en el centro.
Fresia Camacho es directora nacional de Cultura de Ministerio de Cultura y Juventud de Costa Rica
* Fuente: Este artículo es parte del libro Cultura Viva Comunitaria: Convivencia para el bien común, presentado durante el 2º Congreso Latinoamericano de Cultura Viva Comunitaria, en San Salvador, en octubre de 2015. (Compilación y edición: Jorge Melguizo).
** Quipu: Cada uno de los ramales de cuerdas anudados, con diversos nudos y varios colores, con que los indios del Perú suplían la falta de escritura y daban razón, así de las historias y noticias, como de las cuentas en que es necesario usar guarismos