Experiencias
Por IberCultura
Em07, Mar 2016 | EmBrasil | PorIberCultura
Doroty Marques y la Turma que Faz: caminando juntos por un mundo mejor
Doroty Marques tiene 70 años y anda desde que nació. Ya caminó por la Selva Amazônica, con indígenas y siringueros, y encontró una manera de allí producir operetas. Con plantadores de banana en el litoral paulista, en los presidios, en el sertão, en la favela, en la calle, en el cerrado… Son 40 años caminando por Brasil produciendo operetas con niños y jóvenes. “Uso el término opereta porque en mis obras no existe mucho diálogo, sólo ritmo, color, movimiento y música”, explica la arte-educadora y música que desde 2003 está al frente del proyecto Turma que Faz, en la Villa de São Jorge, Chapada dos Veadeiros (Goiás, Brasil).
En ese pueblo de 600 habitantes a 230 kilómetros de Brasilia, donde disputa espacio en las calles con los pájaros, Doroty trabaja actualmente con 50 niños y niñas desde los 5 años de edad en actividades extracurriculares semanales. Cuatro veces a la semana ellos están allí – durante el día el espacio recibe a los niños y los profesores; por la noche, a los jóvenes de 14 a 22 años.
Ya fue más, mucho más. Cuando tenía patrocínio la Turma llegó a reunir más de 200 niños y jóvenes de los alrededores (los pueblos de São Jorge, Cavalcante, Alto Paraíso). Con la presentación de espectáculos en las comunidades y los talleres ofrecidos a los profesores durante tres años, el proyecto alcanzó a más de 3 mil personas en la Chapada dos Veadeiros.
“La cabaña Turma Que Faz es muy libre. El niño entra en la rueda, se queda o no. No existe formalidad, reglas. Creamos nuestras propias leyes”, dice Doroty. “Cuando había dinero teníamos arcilla (el cerrado recreado en barro), pintura, producíamos cartillas (con ellas cambiamos hasta los nombres de las calles de São Jorge), danza, música, deportes, informática, confección de instrumentos. Hoy tenemos música, percusión y continuamos con la pintura, la arcilla, con los multiplicadores formados por el proyecto Turma Que Faz. Por el momento, todo el mundo se encuentra, crea, produce, presenta, por amor. ¿Quiere algo mejor?”
Primeros tiempos
Doroty Marques llegó a São Jorge en 2003, como invitada del Encuentro de Culturas Tradicionales de la Chapada dos Veadeiros. Llegó para una presentación musical al lado de su hermano Dércio Marques, y acabó quedándose. “Nunca había venido a la villa”, cuenta. “Vi y sentí que no existía un espacio cultural para niños y jóvenes. Conversé con la Casa de Cultura Cavaleiro de Jorge y con la Asociación de los Garimpeiros e iniciamos el sueño colectivo que dura hasta hoy.”
Ella había hecho eso. En todos los lugares por los que pasaba, investigaba las posibilidades de que los jóvenes y niños encontrasen un lugar donde sentirse en casa y lograsen desarrollar su sensibilidad. “Me entristece constatar que en Brasil son creados y mantenidos pocos espacios de arte y ecología para formar generaciones futuras”, comenta.
Cantante de programas de talentos en la infancia, en Río de Janeiro, Doroty vivió en Uruguay en la década de 1960 y pasó algún tiempo presentándose en las casas noturnas de São Paulo. Grabó su primer disco, Semente, en 1978. Otros álbumes vinieron en las dos décadas siguientes, casi todos compartidos con el hermano Dércio Marques. Los estudios de las grabadoras, sin embargo, fueron alejándose cada vez más, dando lugar al que más interesaba a la artista: las operetas populares, las actividades de arte-educación.
El trabajo con niños y adolescentes empezó cuando tenía 27 años. “Viví en los años 1980 el mundo de la televisión, el teatro, las grabadoras, con discos independientes. Sentí que allí no era mi lugar, ya estaba lleno de buenos artistas, no me necesitaban a mí también. Y fui para las favelas.” Por el trabajo en las favelas de São Paulo, realizado por medio de la Secretaría de Estado del Menor, llegó a ganar un premio de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
En 1992, Doroty llevó 200 niños y niñas al escenario de la Eco-92, la conferencia de las Naciones Unidas sobre medio ambiente y desarrollo que tuvo lugar en Río de Janeiro. Presentaron la opereta “O dia em que nasceu a noite” (El día en que nació la noche), cuestionando el calentamiento global. Otro trabajo marcante fue “Cadê meu rio que estava aqui?” (¿Dónde está mi río que estaba aquí?). El proyecto, que involucró escuelas públicas de la región de Penápolis (São Paulo), contribuyó al replantío de la mata nativa de los alrededores de la ciudad y el plantío de 5.000 mudas de árboles frutales en los patios de las casas.
Mirando hacia el otro y la naturaleza
En São Jorge, todos los años se presenta una opereta de la Turma que Faz en el Encuentro de Culturas Tradicionales da Chapada dos Veadeiros. En 2015 fue el momento de la “Saga de Maria Manteiga”. Dividido en 14 actos, al sonido de tambores, violas y acordeón, el espectáculo aborda el mundo virtual de hoy en día, y de cómo era antes, intentando mostrar que la tecnología es buena, sí, pero que es necesario disminuir un poco su uso y mirar más hacia alrededor, a los animales, a la naturaleza, a las personas – fuera de la pantalla de la computadora o del celular. Un tema muy apropiado para los días actuales, aunque en el pueblo la señal de internet camine a pasos lentos y los niños aún corran en las calles.
“He conocido lugares mágicos, malditos, encantados, violentos, formados por sociedades que sólo siguen un ídolo: el consumo”, afirma Doroty. “En São Jorge, las personas se gustan, se respetan, se conocen, se valoran – a ellas propias y a la naturaleza. No tenemos hambre, prostitución, analfabetismo, indiferencia. Buscamos crear un grupo más humano.”
Jefferson Passos, de 19 años, cuenta que antes de que Doroty crease la Turma que Faz en São Jorge, la única diversión para los niños era el fútbol. Él mismo tenía 9 años (y solía seguir la pelota) cuando empezó en el proyecto. Hoy día, está terminando la secundaria en la ciudad vecina, Alto Paraíso, integra el equipo de producción del Encuentro de Culturas y aplica en la práctica muchos de los conocimientos que obtuvo allí mismo, en los talleres de la Turma que Faz, en las actividades de la Casa de Cultura Cavaleiro de Jorge (creada en 1997 y reconocida como Punto de Cultura desde 2005).
“Cada día me enseñan una cosa nueva. Todos aquí me pasan algo que yo pueda expandir en el futuro”, afirma el joven, que después de aprender cómo hacer una planilla y un sitio web, por ejemplo, quiere saber cómo inscribir proyectos en convocatorias para poder ser curador del Encuentro de Culturas en 2020. “También quiero estudiar Derecho. O Administración. Locutor de radio también sería una buena idea”, sonríe Jefferson, lleno de planes.
La capacitación después de la sensibilización
Pensando en el futuro de chicos como Jefferson, que allí empezaron a ver el mundo con otros ojos, Doroty también embarcó, en 2015, en un proyecto para la capacitación de los jóvenes de la región: “Todos Nós” (Todos nosotros). La iniciativa, otra colaboración con la Casa de Cultura Cavaleiro de Jorge, se dirige a potenciales dinamizadores que puedan desarrollar proyectos de gestión y promoción cultural. “La Turma Que Faz se preocupó en motivar, desarrollar, transparecer la sensibilidad de cada uno, usando el arte como lenguaje. Todos Nós, a su vez, se preocupa con la parte técnica, las formas de que el joven pueda sobrevivir del arte, con el arte, en el mundo de hoy”, compara la arte-educadora.
Patrocinado por Petrobras, el proyecto Todos Nós nació con la llegada del asfalto a la Villa de São Jorge, lo que hizo aumentar el flujo de visitantes en la región y ahora exige una mejor preparación de los habitantes en términos turísticos y educacionales. Se lanzaron en 2015 ocho talleres de capacitación, divididos en tres módulos: gerencial, técnico y artístico. Los dos últimos ocurrirán en el primer semestre de 2016.
Peña folclórica es el primer espectáculo que une los dos proyectos de Doroty, Turma que Faz y Todos Nós. Presentado en la 15ª edición del Encuentro de Culturas Tradicionales, en julio de 2015, y a lo largo del año en la Casa de Cultura Cavaleiro de Jorge, reúne músicas surl-americanas – desde cantos folclóricos brasileños hasta canciones de Mercedes Sosa y Violeta Parra –, guitarras, violas, percusión, danza y acrobacia en tejido. El montaje fue todo producido por los jóvenes con vistas a la generación de renta y la sostenibilidad del arte.
Utilizando el arte y el medio ambiente como lenguaje sensibilizador y realizador, Doroty acabó creando una práctica pedagógica única y alcanzando a miles de niños y jóvenes de varios puntos de Brasil. En sus andanzas, esa artista popular de voz ronca y alma libre ya pasó por los estados de Minas Gerais, São Paulo, Río de Janeiro, Bahía, Mato Grosso, Amazonas, Pará, Rondônia, Acre… Como ella cuenta, ya son 40 años caminando por Brasil, produciendo operetas, respetando la naturaleza y pensando en la formación de las generaciones futuras.
“Un artista social tiene que ayudar en todos los niveles a la comunidad en la que se está involucrado”, cree. “No me hice rica y nunca me haré. Pero se planta una energía, una unión, un intercambio de conocimientos, de tristeza, de alegría, que me realiza como ser humano y artista, me llena. Es difícil para uno dejar aquella comunidad para recomenzar en otro lugar con la fuerza de la anterior. Me siento necesaria, fructuosa para la comunidad. Y eso me realiza.”
(*Texto publicado el 7 de marzo de 2016)
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