Una convergencia latinoamericana de políticas culturales que fortalecen territorios
En la mesa Conectando experiencias: gobiernos locales y cultura viva comunitaria, realizada en el II Seminario Internacional “Cultura y Democracia: América Latina por los Derechos Culturales”, en el marco de la 30ª Cumbre de Mercociudades, la Red IberCultura Viva de Ciudades y Gobiernos Locales presentó un mosaico de iniciativas que expresan el vigor de las políticas culturales de base comunitaria en la región. Bajo la mediación de la profesora Lia Calabre, las ciudades invitadas compartieron perspectivas que convergen en principios de participación, derechos culturales y construcción democrática.
Desde la apertura, Márcia Rollemberg, presidenta de IberCultura Viva, reafirmó la centralidad de Cultura Viva como política pública regional al recordar que “es una política que efectiviza los derechos culturales. Entonces, es inspiradora, moviliza a 14 países que participan en IberCultura Viva, pero también inspira a otros”. Al invitar a las ciudades a adherirse a la campaña Mercosur sin Racismo, destacó la potencia de la articulación entre gobiernos locales como camino para profundizar compromisos y ampliar horizontes colectivos.
Las presentaciones evidenciaron cómo legislaciones participativas, cartas de derechos culturales, procesos de cogestión, descentralización y grandes infraestructuras dialogan con prácticas comunitarias y fortalecen el tejido social. Ana María Restrepo, directora de la Red de Músicas de Medellín (Colombia); Gabriela Paulina Ibarrarán Hernández, directora de Desarrollo Cultural Comunitario de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México (México); Tania Álvarez Chavarría, asesora comunitaria de la Política Cultural de Alajuelita (Costa Rica); Gastón Contreras, secretario de Cultura de San Carlos (Argentina); Paula Aguirre Toledo, encargada de Cultura Comunitaria de Valparaíso (Chile); y Matheus Lima, subsecretario de las Culturas de Niterói (Brasil), compartieron reflexiones que revelan la diversidad y la coherencia de las políticas de base comunitaria implementadas en los territorios.

Iniciando su intervención con una provocación, Ana María Restrepo cuestionó: “¿cómo medimos una política cultural, el éxito de las políticas culturales? ¿Se mide por la invención de recursos, tal vez por el sentimiento social impactado, tal vez por las articulaciones entre los diferentes sectores y la sociedad civil, o un poco de todo?”. A partir de esta pregunta, presentó la experiencia de la política pública y comunitaria en Medellín, subrayando la combinación entre marcos legales, participación social y prácticas de creación colectiva.
Desde la Ciudad de México (México), Gabriela Ibarrarán destacó el impacto de los programas culturales locales al afirmar: “tenemos más de 500 promotores culturales en la Ciudad de México. La apuesta de este año es llegar a 800”. Señaló también que más de 500 colectividades culturales se han beneficiado desde 2019, en un proceso que integra equipamientos de gran escala, acciones de proximidad y redes culturales de barrio.
En sintonía con esta perspectiva regional, Tania Álvarez, de Alajuelita (Costa Rica), compartió la forma en que el municipio ha profundizado sus procesos participativos y de cogestión. “Aprendimos que las experiencias de las comunidades y los procesos que construyen terminan convirtiéndose en referentes para otras ciudades y otros contextos”, afirmó, al explicar cómo el reconocimiento jurídico de los derechos culturales ha sido incorporado a la política local.

Las reflexiones continuaron tejiendo un recorrido común. Desde San Carlos (Argentina), Gastón Contreras destacó el papel de la cultura en la construcción de pertenencia al afirmar: “un pueblo se fortalece cuando reconoce su propia voz”. En Valparaíso (Chile), Paula Aguirre Toledo evidenció la centralidad de la participación infantil en la formulación de las políticas culturales, recordando que “escuchar a niñas y niños es incluir el futuro en el presente de las decisiones públicas”.
Cerrando el conjunto de experiencias, Matheus Lima, de Niterói (Brasil), presentó el enfoque normativo de la ciudad y el papel estructurante de la Carta de Derechos Culturales. Al describirla como “un documento que es vinculante, que consolida todas las leyes de la cultura municipal, estatal y federal”, resaltó su capacidad de organizar marcos legales y orientar nuevas acciones de fortalecimiento de las políticas culturales.
Entre legislaciones ejemplares, metodologías participativas, políticas de financiamiento e iniciativas de descentralización, emergió un escenario en el que cada territorio encuentra su propia forma de traducir la cultura viva comunitaria y, al compartir estas trayectorias, las ciudades fortalecen un ecosistema regional comprometido con los derechos, la diversidad y la participación cultural como eje de desarrollo democrático.
Para saber más, vea el diálogo completo con todas las presentaciones:




Fotos: Secretaria das Culturas de Niterói