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Experiencias

Aguante Beethoven y la Fábrica de Música: una historia de descubrimientos

Por IberCultura

Em21, Feb 2017 | Em | PorIberCultura

Aguante Beethoven y la Fábrica de Música: una historia de descubrimientos

En el Museo del Carnaval, cerca al puerto de Montevideo, en la esquina, hay una sala con ventanas que dan a dos calles y desde donde se puede observar el movimiento de los autos y peatones de la Ciudad Vieja. Desde afuera tal vez pocos perciban lo que allí pasa los martes durante la hora del almuerzo, pero desde adentro las bromas y carcajadas dejan claro lo divertidos que son los encuentros semanales del grupo Aguante Beethoven. Algo que llama la atención de inmediato cuando se entra en aquel espacio es la alegría de sus integrantes.

Aguante Beethoven es un grupo de percusión de jóvenes y adultos que se formó en 2013 en el Centro de Adultos Sordos Nº 4 de Montevideo, a partir de un taller de la Fábrica de Música e Instrumentos Musicales, una de las 29 Fábricas de Cultura que se han creado en Uruguay desde 2007, por medio del área Ciudadanía y Territorio de la Dirección Nacional de Cultura. Excepto los tres profesores, todos sus integrantes son personas sordas o hipoacúsicas (con baja audición, en grados variados) e implantados cocleares que se juntan para tocar instrumentos de percusión y probar que, al contrario de lo que muchos piensan, la música también es para ellas.

Los alumnos y profesores: la alegría de estar juntos (Foto: Fábricas de Cultura)

El número de participantes varía conforme el período del año. En total son unos 15, pero últimamente son siete u ocho los que frecuentan las clases en el Museo del Carnaval, a donde se transfirió el taller en 2015 a causa de una reforma en el Centro de Adultos Sordos. Estos hombres y mujeres, algunos más jóvenes, otros mayores, perciben de manera diferente la vibración de los graves y agudos (de acuerdo con el grado de hipoacusia) al tocar los instrumentos de madera que ellos mismos ayudan a crear o perfeccionar. Unos la sienten en el aire, otros a través de la piel. “Es como estar dentro del instrumento”, explica Mariana Terán, una de las integrantes más jóvenes, que está en el grupo desde 2015.

“Desde que trabajamos en esta experiencia la sensación que tenemos es que la gente con baja audición estaba por fuera de la música. Hay una idea general de que la música no es para los sordos. Lo que hemos podido percibir es que una vez que se establece la regla del juego de que ellos pueden participar, aflora un músico interior que estaba dormido por ahí, olvidado, desentrenado, por una cuestión cultural. Es lindo ese proceso. La música enciende a todos la misma llama, y después que se enciende es difícil de parar”, comenta el compositor Daniel “Pollo” Píriz, uno de los talleristas.

Mariana, Berta y Lilian con los cajones en el taller

 

Los profesores

Marianela y Raúl García

Pollo Píriz, Berta Pereira y Raúl García son los tres profesores que se complementan con sus talentos y comandan con entusiasmo las actividades del grupo. Berta y Pollo están en el taller hace poco más de tres años: ella se encarga del trabajo más expresivo, corporal (“soy básicamente una trabajadora de la voz y del cuerpo, me interesa ver cómo ampliamos el espacio vital”, afirma); él hace una lectura más “compositiva” del todo, es un músico interesado en partitura, en la escritura. Raúl, el integrante más reciente (desde 2015), es percusionista y tiene un trabajo fuerte con el candombe y la murga (dos importantes manifestaciones culturales afro-uruguayas), que lleva adelante también con los alumnos de la Fábrica.

Antes de la experiencia en Aguante Beethoven, ninguno de los tres había desarrollado actividades específicas para personas con baja audición. “Empecé con un miedo bárbaro, nunca había trabajado con los sordos. Pedí una semana para ver lo que pasaba y todo me encantó. Aprendo mucho de ellos”, cuenta Raúl García. “Hemos aprendido a través del tiempo a ver cómo funciona, poniendo ‘el zapato’ del otro para ver cómo es la percepción, probando cosas con ellos, creando instrumentos a partir de su vivencia”, añade Berta.

Aguante Beethoven, el grupo de percusión de jóvenes y adultos, es uno de los tres pilares en los que se sostiene la Fábrica de Música e Instrumentos Musicales gestionada por el Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay. Los otros dos son: a) la investigación y creación de instrumentos de uso idóneo para personas sordas, b) el taller de música dirigido a personas ciegas y con baja visión, en actividad desde 2015 gracias al acceso a un software libre que permite convertir partituras en braille.

Los primeros cajones

Todo empezó con el taller de carpintería que funcionaba en el Centro de Adultos Sordos. “Lo que íbamos a hacer eran muebles con madera de pallets, de reuso, muebles para el jardín”, cuenta Julia Silva, coordinadora del programa Fábricas de Cultura. “Sin embargo, cuando  el diseñador fue a trabajar ahí, se encontró con que los sordos no tenían ni idea de qué era un milímetro, un centímetro, un triángulo, un cubo. Si decía ‘corta de acá a acá’, lo hacían, pero no significaba que entendieran lo que estaban haciendo. Entonces empezamos con pequeños objetos, a darles juegos y clases de ajedrez para movilizar, para que aprendieran lo que era un milímetro, un metro, un prisma… Siempre hacemos el camino largo (risas)”.

La idea era comenzar con algo que fuera fácil para que entendieran. “El mueble ya lo hacían, pero no era esta nuestra meta”, resalta Julia. “Después de que hicieron los cajones peruanos de percusión, empezaron a tocar, y no había quién los sacara de encima de los instrumentos. Entonces les mandamos un tallerista, un músico que se estaba quedando sordo y que sabía lengua de señas, y empezamos con un taller de tres meses para ver lo que pasaba. Al año siguiente no se separaban  de los instrumentos. Era un placer, todos se divertían. A raíz de eso nació Aguante Beethoven”.

El arco de Tacuabé

(Foto: Fábricas de Cultura)

Con los cajones peruanos, la carpintería dio lugar a la luthería, y el diseñador industrial Guillermo Aemilius pasó a investigar y a crear con el grupo algunos instrumentos de madera apropiados para personas sordas o con baja audición. El primer fue el arco de Tacuabé, un instrumento que usaban los indígenas charrúas para sentir la música por dentro, recorriendo el corpo. Se trata de una vara de árbol con crin de caballo que se sostiene con la boca y que hace vibrar todo el cuerpo, de la cabeza a los pies.

“Explorando este instrumento en un proyecto de música indígena, nos dimos cuenta de que resonaba mucho en el cráneo. Es un instrumento que hacia fuera se escucha poco, y hacia dentro mucho. Los charrúas lo utilizaban para meditar. Bueno, el nombre moderno sería meditar, para los indígenas sería estar consigo mismo. Fue lindo encontrar que un instrumento de los nativos podía servir y de hecho funcionar con gente con baja audición”, cuenta Pollo. A partir de la investigación con el arco vinieron otros instrumentos. Se agregaron, por ejemplo, unas barras de metal a los cajones, como las kalimbas y marimbulas.

Lilian y Pollo (Foto: Fábricas de Cultura)

Las vibraciones

“La madera amplifica la vibración, por eso la utilizamos”, explica Pollo. “La vibración del grave trasciende más, lo más agudo es más difícil de percibir”, observa Berta. Sin embargo, ni todos los alumnos sienten la vibración de la misma manera. Pollo nota que Juan Bernardoni, por ejemplo, la percibe por el aire. Por otro lado, compañeros con una hipoacusia más profunda, como Julio Flores, sienten la vibración a través de la piel, según el profesor.

Juan es uno de los pocos alumnos que tenía experiencia anterior con un instrumento musical. Ya tocaba guitarra cuando empezó el taller de percusión en 2015 y dice que allí ha aprendido mucho. “Es bárbaro, me encanta”, asegura. Marianela Fuentes y Mariana Terán, también hipoacúsicas, son las otras dos que se interesaron siempre por música (Marianela aprendió a tocar guitarra en la niñez) y ahora la pueden sentir de manera diferente en las clases de percusión. “Me gusta venir y aprender más cosas del candombe que no sabía antes. A mí me gusta no sólo la música, sino aprender algo nuevo. Siempre quiero probar algo nuevo”, resalta Mariana.

Juan Bernardoni (Foto: Fábricas de Cultura)

Dos en uno

“Se ha armado un grupo lindo”, elogia Raúl García. En realidad eran dos (uno de jóvenes y otro de adultos/mayores) que se convirtieron en uno. “Quisieron estar juntos porque era más nutricio para ellos”, cuenta Berta. Sí, todos parecen estar contentos de estar juntos. Bastan unos pocos minutos en la sala para ver cómo les gusta bromear y reírse de todo. Tanto los jóvenes Juan y Mariana como los veteranos, a ejemplo de Lilian Pereira y Raúl Carneiro, parecen muy integrados en la dinámica de trabajo. Y se ayudan como pueden en las clases, explicando esto o aquello a los compañeros con gestuales que muchas veces no se les ocurren a los profesores.

Raúl Carneiro, Juan Bernardoni, Marianela Fuentes y Raúl García

El trabajo con el candombe que Aguante Beethoven estaba desarrollando a lo largo del segundo semestre de 2016 tenía una motivación extra: una presentación conjunta con el grupo de MusiBraille, otro emprendimiento musical de la Fábrica, con alumnos ciegos que tocan la guitarra. El concierto con la orquesta entera se dio en el Foyer del Auditorio Nacional del Sodre el 20 de diciembre de 2016. 

Las partituras

El trabajo con los ciegos en la Fábrica de Música empezó en 2014, cuando el profesor brasileño Fábio Bonvenuto les presentó en Montevideo  lo que hacía en Sâo Paulo con personas con discapacidad en los cursos de musicografía braille y “música del silencio”. “Él tenía una experiencia amplia con sordos y ciegos y vino a aportar su sistema. Nos dio talleres y compartió con todos la integración. También nos ayudó con los instrumentos, fue muy generoso y vital. Para nosotros fue muy bueno”, señala Berta.

“Lo que Bonvenuto hace es brillante”, refuerza Julia. “Él nos vio en una nota por la televisión brasileña sobre los instrumentos y nos proporcionó este software de uso libre llamado Musibraille. Con esto, accedes a cualquier partitura y el software la traduce al braille. Esto en Uruguay no existía. El ciego tenía que componer con un vidente o aprender de memoria las piezas”.

Los puentes

Al unir en el escenario a sordos e hipoacúsicos del taller de percusión con los ciegos que tocan la guitarra, los docentes de la Fábrica de Música e Instrumentos Musicales tenían en vista tanto los componentes artísticos como de respaldo. “El vínculo de los ciegos con la música es más común, pero incorporarlos a un ambiente donde hay compañeros sordos y gente que ve y escucha, como es nuestro caso, les tiende puentes. Y eso se ve reflejado en la vida de todos los días. Seguramente el compañero va a sentirse mejor”, dice Pollo.

Para el compositor es importante ver cómo una disfunción física puede generar condicionantes culturales, y cómo esos condicionantes a veces van en contra de la persona que tiene determinada discapacidad. “Uno tiene que buscar, tiene que experimentar, explorar, porque tampoco hay mucha literatura. Hay mucho que hacer en este campo, hay poca cosa hecha, y la experiencia nos demuestra que vale la pena”.

(* Texto publicado el 21 de febrero de 2017)

 

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